Ahora bien... ¿cuáles pueden ser las razones que lleven a alguien a no ver el más mínimo punto en común entre dos obras de un mismo director, sobre todo teniendo en cuenta que ese director es dueño de un estilo tan personal como incomparable? Esta es una de las preguntas que la crítica y el público conocedor de Lynch se hizo tras el estreno de “Una historia sencilla”. Otras fueron: ¿Abandonó finalmente Lynch el mundo sórdido y oscuro en el que se sumergió habitualmente por uno más diáfano y claro? ¿Qué fue lo que lo decidió a hacer un filme aparentemente simple y con personajes tan llanos y lejos de cualquier perversión y obsesión? ¿Cambió David Lynch?
Para ir dando respuestas a estos interrogantes, es necesario recordar, para quien lo pueda haber olvidado, o informar, a quienes lo desconocen, que “Cabeza borradora” fue la ópera prima del director. Es decir que los dos filmes citados marcan casi un extremo y otro en el camino transitado por el cineasta, ya que luego de "Una historia sencilla" realizó "Mulholland Drive" (aquí, "El camino de los sueños") y la aún no estrenada en la Argentina "Inland Empire".
Claro que a la hora de intentar dar una explicación a esta historia es imposible no detenerse aunque sea brevemente en las paradas intermedias de la ruta recorrida (¿o trazada?) por la cámara de Lynch. Aunque esta fracción del periplo será para la segunda y última entrada sobre el director. Por ahora, lo mejor es revisar los extremos de Lynch.
EL HORROR HUMANO, A FONDO
Cuando en 1976 “Cabeza borradora” llegó a las salas luego de seis años de filmación, el público y la crítica sintieron el impacto. Fue como si la pantalla se hubiera convertido en una suerte de aquelarre de demonios dispuestos a golpear al espectador una y otra vez en su interior. Y tal vez no sólo eso, sino también a abrirle el lado más frágil de los sentimientos y las sensaciones con una daga imaginaria para luego revolverla en su interior sin respiro ni piedad.
Las interminables pesadillas vividas por Henry Spencer (Jack Nance) no dejaron tecla del alma humana sin tocar, ya sea asfixia personal, familiar y social, horror por la llegada de un hijo que no es más que un monstruo amorfo o una sexualidad reprimida enmarcada por un clima opresivo, depresivo y revulsivo como pocas veces pudo ser llevado al celuloide.
En su libro, titulado sencillamente David Lynch, el autor español Miguel Angel Payán sintetiza a “Cabeza borradora” como “la historia de un personaje acosado por una realidad que odia y que busca incansablemente una puerta de salida suministrada por sus propias visiones y fantasías. Acosado por su novia, que pronto se convierte en su mujer, y por su suegra, su expresión del sexo pasa por el platónico encuentro con la misteriosa dama de la estufa eléctrica, fruto de su propio subconciente, que por una real y efectiva unión carnal con su compañera dan vida a un ser monstruoso que apuntala y justifica su miedo al sexo”.
En otro párrafo del trabajo, Payán hace mención a Henry Spencer como “un pobre tipo digno de lástima y tocado mortalmente por el absurdo kafkiano. Su vida ha llegado a un callejón sin salida y el antihéroe agoniza imaginando una cantante en el radiador, contemplando asombrado cómo su cabeza se convierte en una goma de borrar o viendo como unos pollos cocinados se rebelan y deciden obrar por cuenta propia. Su último paso hacia la locura es el nacimiento de su hijo, un monstruo capaz de provocar al mismo tiempo un terror atroz y una sonrisa cómplice en los espectadores”.
En medio de este pesadillesco cuadro de situación, Lynch no se priva de llevar al espectador al límite del horror cuando Spencer termina abriendo al medio a su propio hijo con una tijera, dejando vísceras al descubierto al tiempo que algo así como una montaña de excremento que brota de su interior lo cubre lenta y fatalmente mientras emite desesperados gemidos, más parecidos al berrido de un ternero que al llanto de un bebé. Tampoco duda a la hora de golpear duro en escenas tales como aquella en la que la cantante de sus sueños va pisando una larvas horrendas y viscosas que caen del techo a su alrededor, o como cuando extrae de la vagina de su esposa otras similares -aunque notablemente más largas- para hacerlas estallar una a una contra la pared.
Así, en medio de esas imágenes que obligan a fruncir el ceño y a tomar distancia más que conveniente para sofocar las náuseas, el joven Lynch hizo su presentación en sociedad como realizador de largometrajes. No fue poca cosa...
UNA HISTORIA DE AMOR A LA VIDA
Pasaron 24 años para que las preguntas expuestas al comienzo de esta reflexión pudieran formularse. De la mano de “Una historia sencilla”, este Lynch se entonces 54 años nos mostró el derrotero humano de Alvin Straight, un octogenario granjero (interpretado por un estremecedor Richard Farnsworth) con serios problemas de salud, que decide recorrer a bordo de su podadora de césped los 500 kilómetros que lo separan de su hermano, gravemente enfermo y a quien no ve desde hace una década a raíz de una discusión.
Tomando ese guión escrito por su esposa Mary Sweeney y Joan Roach y basado en un hecho real, Lynch lleva a pasear al público junto a Alvin en un viaje tan lento como hermoso de ver y de disfrutar en el alma. Es que si bien los ojos se visten de fiesta ante la belleza de los maizales, la magnificencia del cielo claro de día, estrellado de noche o bellamente turbulento en medio de una tormenta y, principalmente, a través de la mirada clara, buena y decidida de ese viejo tozudo, no es menos cierto que es el costado más puro y noble del corazón humano el que recibe los mejores y más placenteros masajes.
Y, a modo de frutilla sobre el postre, Lynch nos regala un final maestro, sin golpes bajos ni emociones exacerbadas. Aquí, por supuesto, no lo contaremos por respeto a aquellos que no la vieron (véanla, no se la pierdan), pero sí vale decir que da ganas de irse a dormir bajo el cielo estrellado filmado o pintado (vaya uno a saber) por Lynch.
PD bloggera 1: ¿David Lynch (foto arriba) y Jack Nance como Herny Spencer (foto abajo), no se parecen, al menos en el peinado?
PD bloggera 2: Los trailler de "Cabeza borradora" y "Una historia sencilla" acompañan la entrada.
3 comentarios:
Me parece que se te está envejeciendo el blog, Héctor. No es una critica con mala intención, por favor. Un beso.
Hola, Mabel... Te agradezco y sinceramente creo que tu observación no es con mala intención. Pero en realidad mi idea es recorrer el cine a lo largo de su historia y de los que a mi juicio fueron y son grandes. Dicho en otras palabras, hacer la crítica del estreno de hoy no es lo que me copa, porque eso está en los diarios, lo cual no implica que el día de mañana no lo haga. De hecho, muy probablemente lo haga cuando llegue la próxima de Lynch. En síntesis, la línea que elegí (no es definitivo ni absolutista, como todo) es refrescar con aquellos que vieron esas pelis algunos datos que me marcaron y a los cinéfilos jóvenes y curiosos del pasado darles elementos de otras épocas. Además, acá precisamente me siento libre de publicar lo que me gusta. De verdad, Mabel, gracias.
De un "bloggero" a otro, soy Miguel Juan Payán (no Miguel Ángel) y quiero agradecerte que reseñes esas frases del libro que publiqué hace años sobre David Lynch.
Ánimo, y aprovecho para mandarte la dirección de mi blog, por si te apetece que mantengamos el contacto:
http://cinepayan.blogspot.com/
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