Para comenzar, la película me gustó. Me gustó mucho. Logró mantener mi atención a lo largo de 122 minutos, lo cual de por sí no es cosa sencilla. No sólo mantuvo mi atención sino también mi tensión, ya que a medida que la historia avanzaba crecía mi curiosidad para ver en qué derivaba la historia de esa familia de clase media (puede parecer media-alta por el nivel de vida en Italia) metida en una serie de trampas sentimentales, laborales, vocacionales, sexuales, etc. Una familia que bien podría parecerse a la tuya o la mía, más allá de las variables y particularidades de cada una.
Un padre (Fabrizio Bentivoglio) hastiado del trabajo y su monótona vida familiar y frustrado en sus deseos de ser escritor, una esposa (Laura Morante) que debió cambiar sus juveniles sueños de actriz por una cá

El recorrido dramático cuenta con un guión sólido (Gabriele Muccino-Marcello Daciano) y una dirección (el propio Muccino) que equilibra los tiempos necesarios para narrar este tipo de historias: sin apurarla y dejando tiempo para pensar en los momentos que así lo requiere y también acelerando cuando es conveniente para que el ritmo no decaiga. Las actuaciones son muy buenas y me animaría a definir la de Laura Morante como exquisita. Un aparte para la correcta participación de Bellucci: su personaje es vital dentro de la historia, pero su trabajo como actriz es sumamente secundario y acotado. De hecho, su preponderancia en los créditos responde más a "portación de apellido" e imán para el espectador que a su impronta artística en sí. Vale...
Para cerrar, dos reflexiones:
1) De un modo claramente definido, los integrantes de la familia en cuestión coinciden en un punto en común, como es sentir la autoestima baja, bajísima. Se percibe, incluso, que el mensaje de los guionistas es rotundo: cuando uno está mal e infeliz consigo mismo, sólo puede transmitir infelicidad. Luego de un suceso que cambia en un ciento por ciento el escenario dramático de la película, la premisa se vuelve directamente proporcional en sentido contrario. La autoestima individual, entonces, en primer lugar.
2) El plano final del filme (y cuando digo plano, digo plano, ni siquiera escena) reposiciona a la historia en el lugar exacto. Algo así como un premio final para el espectador, que se siente reconfortado al comprobar que las cosas no son tan fáciles como parecieron serlo en algún momento. Ese remate trajo a mi mente "Cuentos de otoño", de Eric Rohmer, donde también el plano final juega de una manera decisiva en la historia que vimos. Pero eso lo contaré en otra entrada más breve, porque vale la pena. Tanto como dedicarle una inminente "Diosas del cine" a Monica o ir a ver "Ricordati di me"...
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